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Entre Zefzafi y Ouyahia: Marruecos como modelo de humanidad y Argelia como ejemplo de dureza

ALDAR/ Iman Alaoui

Mientras las autoridades marroquíes permitían al activista Nasser Zefzafi salir de la cárcel para asistir al funeral de su padre, en un gesto humano que recibió amplios elogios a nivel nacional e internacional, esta escena recordó la gran diferencia entre el enfoque de Marruecos y las prácticas del régimen argelino, que a menudo ha mostrado dureza en el trato a los presos, como ocurrió con el ex primer ministro Ahmed Ouyahia durante el entierro de su hermano.

La decisión de permitir que Zefzafi se despidiera de su padre se consideró un signo de madurez en la política de derechos humanos de Marruecos, donde el Estado ha colocado el enfoque humano en el centro de su trato a cuestiones sensibles. Este gesto no fue aislado; Marruecos ha adoptado en los últimos años un enfoque reformista que respeta la dignidad de los presos, en línea con las recomendaciones del Consejo Nacional de Derechos Humanos y los informes de organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, que han elogiado en varias ocasiones la mejora progresiva de la situación de los derechos humanos en el país.

Además, a través de iniciativas de indulto real repetidas en fiestas religiosas y nacionales, Marruecos envía un mensaje claro de que la justicia en el Reino no se limita al castigo, sino que equilibra la autoridad de la ley con los requisitos de la misericordia humana.

Por otro lado, el régimen argelino continúa mostrando un rostro más rígido y alejado de consideraciones humanas. El caso de Ouyahia fue solo un ejemplo de un trato frío y formal, reflejando una mentalidad de seguridad que antepone la disuasión sobre cualquier otro criterio. Informes de organizaciones de derechos humanos internacionales, como Amnistía Internacional y Reporteros Sin Fronteras, han condenado de manera constante las detenciones arbitrarias y la represión de la libertad de expresión en Argelia, considerando que el país avanza hacia un cierre político y judicial que aumenta el aislamiento del régimen respecto a su entorno.

Asimismo, informes recientes del Parlamento Europeo han criticado severamente la situación de los derechos humanos en Argelia, especialmente en lo relacionado con el acoso a activistas políticos y periodistas, confirmando la imagen de un régimen que carece de la más mínima flexibilidad o reconocimiento del componente humano.

Entre la escena de Zefzafi en Marruecos y la de Ouyahia en Argelia, se reflejan dos imágenes opuestas de dos países vecinos: Marruecos, que refuerza su posición como un Estado abierto que respeta los derechos humanos e invierte en una reconciliación social continua, y Argelia, que nuevamente revela la incapacidad de su régimen para superar la mentalidad del pasado en el tratamiento de cuestiones puramente humanas.

Esta disparidad no pasó desapercibida para los observadores internacionales, ya que Marruecos ha consolidado su posición como un actor responsable que respeta la humanidad del individuo, mientras que el régimen argelino retrocede hacia un Estado rígido, sumido en una mentalidad de seguridad que ya no convence ni a nivel interno ni externo.

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