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Argelia, el país de las colas… Cuando el aislamiento se convierte en una elección y el régimen en una mafia

ALDAR / Editorial

En un mundo que cambia rápidamente, donde los países se abren cada vez más entre sí para lograr una integración económica y política, surge un modelo extraño: un país donde su población hace filas diariamente para obtener las necesidades más básicas de la vida, como si viviera en un estado de guerra perpetua.

Las colas para conseguir comida o combustible no son nuevas en las crisis humanitarias. Sin embargo, en Argelia, ocurren de manera tan sistemática que se han convertido en una escena cotidiana familiar, casi parte de la identidad nacional.

Este país vive en un aislamiento casi total, ya sea impuesto por el mundo o elegido voluntariamente a través de políticas poco realistas. Las fronteras están cerradas, los mercados vacíos y la moneda nacional pierde valor a un ritmo acelerado, haciendo de la supervivencia un desafío en sí mismo.

Mientras el mundo firma acuerdos de asociación y adopta la tecnología para desarrollar su economía, este país insiste en permanecer fuera del sistema global, aferrándose a un discurso que recuerda la época de la Guerra Fría.

¿Quién gobierna este país?
Esta es una pregunta que surge en las mentes de los observadores. Las descripciones apuntan a un régimen mafioso, donde el estado se rige por la fuerza y la corrupción. Los recursos son saqueados, el pueblo sufre, mientras las élites se enriquecen aún más.

Los opositores son silenciados por todos los medios posibles, desde la marginación hasta la represión directa, haciendo de este régimen una especie de red mafiosa que organiza sus operaciones meticulosamente y justifica sus actos con un falso discurso nacionalista.

Lo que resulta aún más extraño es que este régimen, que cultiva el caos interno y gestiona su estado como una banda criminal, alza su voz en los foros internacionales exigiendo una reforma del Consejo de Seguridad de la ONU.

Es como si intentara convencer al mundo de que representa un modelo de justicia y transparencia. ¿Cómo puede un régimen que vive de las colas, el aislamiento y carece de los estándares más básicos de buena gobernanza pretender reformar una institución global? ¿No es esta la mayor paradoja?

Este país ofrece un ejemplo de lo que puede suceder cuando los estados se gestionan con egoísmo y corrupción, y se aíslan del resto del mundo debido a decisiones erróneas y prácticas irresponsables. Es una lección para las sociedades sobre la importancia de la rendición de cuentas interna y la cooperación con el mundo para construir un futuro mejor.

Las colas pueden terminar algún día, y el aislamiento puede romperse. Pero lo más importante es cómo el pueblo elegirá redefinir su identidad y cómo actuará el mundo para salvar a las poblaciones atrapadas tras los muros del aislamiento y la corrupción.

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