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Día y noche… el régimen argelino rencoroso sigue alimentando a su pueblo con un discurso de odio contra el vecino

 

 

ALDAR / Análisis

A pesar de los muchos años de advertencias sobre las enormes pérdidas que sufre la región debido a la falta de integración magrebí, algunos insisten en atribuir la responsabilidad por igual a ambas partes –Argelia y Marruecos– como si el problema proviniera de ambas sin distinción. Pero esta visión “equilibrada” no sirve a la verdad, sino que perpetúa la crisis.

La realidad es que solo una parte sigue alimentando a su pueblo con un discurso de odio contra el vecino, día y noche, en todos los idiomas, a través de todas las plataformas mediáticas oficiales.

Solo una parte se ha empeñado durante dos décadas en mantener las fronteras cerradas, rechazando todas las iniciativas positivas que podrían contribuir a abrir una nueva página en las relaciones, incluso en medio de crisis humanitarias o regionales críticas.

Solo una parte, desde el estallido de la última crisis en 2021, ha seguido negándose a estrechar la mano tendida de Marruecos, a pesar de los múltiples mensajes y llamamientos a la cooperación y al superamiento de las diferencias.

Y más aún, solo un Estado ha decidido imponer visados a los ciudadanos de su país vecino, incluso a aquellos con doble nacionalidad, en un acto hostil e injustificado.

No se puede ignorar el trágico incidente que conmocionó a todos: unos jóvenes que se perdieron en el mar fueron abatidos a tiros por la guardia costera, sin que sus cuerpos fueran entregados a sus familias.

Solo un Estado cerró unilateralmente el gasoducto, causando pérdidas de miles de millones de dólares, únicamente para privar al pueblo marroquí de energía antes del invierno.

Solo un Estado cerró su espacio aéreo al vecino, no por razones de seguridad, sino para perjudicar a sus aerolíneas y a sus ciudadanos.

Y lo que es aún más grave: solo una parte ofrece refugio, apoyo y financiación a una organización separatista que ha cometido atrocidades contra civiles marroquíes y que sigue representando una amenaza directa a la unidad del Reino.

Este mismo Estado no dudó en utilizar toda su diplomacia para desestabilizar Marruecos, aunque fuera a costa de sus relaciones con grandes países como España y Francia.

Es el absurdo en su máxima expresión.

Seguir repartiendo la culpa de manera equitativa entre ambas partes, pese a la claridad de los hechos, es participar activamente en la complicación de la crisis, no en su resolución.

Por ello, el primer paso para superar esta situación desequilibrada comienza con un reconocimiento claro: la verdadera fuente de tensión entre Marruecos y Argelia es el régimen argelino.

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