Li Changlin: el embajador de China en Marruecos que forjó la “edad de oro” de las relaciones chino-marroquíes

Editorial – Meryem Hafiani / ALDAR
En un discurso de despedida cargado de emoción, el embajador de China en Marruecos, Li Changlin, anunció el fin inminente de su misión diplomática, tras más de cuatro años de un compromiso activo y dinámico. Así concluye un período excepcional de las relaciones bilaterales, que muchos califican como la “edad de oro” en la historia de los vínculos entre China y Marruecos.
Desde su llegada a Rabat, Li Changlin se distinguió como uno de los embajadores más activos en la escena diplomática marroquí, tanto a nivel institucional como popular. Lejos de limitarse a su papel diplomático tradicional, desempeñó un rol central en el acercamiento político, económico y cultural entre Rabat y Pekín, abriendo nuevas perspectivas de cooperación en sectores estratégicos.
Durante su mandato, trabajó para ampliar la asociación bilateral, abarcando sectores clave como la industria automotriz, la energía verde y el textil, al tiempo que reforzaba los lazos culturales y humanos entre ambos países. Recorrió la mayoría de las regiones de Marruecos, descubriendo de cerca la riqueza del tejido social y cultural del país. Su esposa, que se unió a él posteriormente, se comprometió a dar a conocer la cocina marroquí en China, testimonio del alto nivel de integración de la pareja en la sociedad marroquí.
Uno de sus logros diplomáticos más destacados fue su papel en mejorar la comprensión de la cuestión del Sáhara marroquí por parte de las autoridades chinas. Esto se tradujo en una evolución del lenguaje diplomático de China, que se volvió más receptivo a la postura de Marruecos, gracias en gran parte a la insistencia del embajador en vincular este asunto con la visión china sobre la soberanía y la integridad territorial.
Fuera de los círculos oficiales, Li Changlin también se destacó como un hombre de cultura y reflexión. Escribió decenas de artículos sobre distintos aspectos de la vida en Marruecos, desde las tradiciones de hospitalidad hasta el arte culinario, los rituales de boda y el patrimonio arquitectónico. Profundizó en su comprensión de la sociedad marroquí y compartió sus impresiones con el público chino, contribuyendo así a fortalecer los lazos de entendimiento entre ambos pueblos.
En su discurso de despedida, el embajador expresó su orgullo por las amistades cultivadas, asegurando que Marruecos siempre será una parte esencial de su vida. No ocultó su esperanza de regresar algún día, quizás con motivo de un gran evento como la organización por parte de Marruecos de la Copa Mundial de 2030, en alusión a su profundo apego a este país que califica como su “segundo hogar”.
La partida de Li Changlin se produce en un momento en que las relaciones entre Rabat y Pekín están experimentando un crecimiento sin precedentes, tanto a nivel de inversiones como de intercambios de visitas y apoyo mutuo en los foros internacionales. Gran parte de esta dinámica se atribuye a los esfuerzos de este embajador, que se ha convertido en un vínculo esencial entre ambas naciones y en uno de los principales arquitectos del acercamiento sino-marroquí de la última década.
Li Changlin no fue solo un embajador, sino un verdadero estadista, dotado de una visión clara y una estrategia refinada para acercar a los pueblos y construir confianza. Deja tras de sí un verdadero legado diplomático y cultural, así como una contribución notable al establecimiento de una asociación sino-marroquí sólida y multidimensional. Al concluir su misión, se abre una nueva página en las relaciones bilaterales, una página que sin duda llevará la huella singular de este hombre excepcional.