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Inteligencia marroquí… De profundas raíces históricas a una ingeniería de seguridad avanzada frente a las amenazas de la era digital

Por: Idrissi Kamal, presidente y fundador del Instituto R.O.C.K
“La mejor manera de predecir el futuro es crearlo” — Peter Drucker.
Bajo esta filosofía se puede comprender la evolución de la inteligencia marroquí, que pasó de ser una herramienta soberana basada en redes humanas tradicionales a un sistema jurídico y tecnológico integrado, capaz de afrontar los desafíos de un mundo marcado por las guerras híbridas, los ciberataques y las rápidas transformaciones tecnológicas.

Durante décadas, la información precisa ha sido un arma estratégica en manos del Estado marroquí. Antes de la aparición de las instituciones modernas, el Majzén se apoyaba en una amplia red de informantes locales para vigilar movimientos y acontecimientos. Tras la independencia en 1956, Marruecos heredó algunas estructuras de seguridad e inteligencia de la época colonial y las desarrolló según sus prioridades. Creó organismos centrales como la Dirección General de Estudios y Documentación (DGED), dedicada a asuntos exteriores; la Dirección General de Vigilancia del Territorio (DGST), para hacer frente a las amenazas internas; además de unidades de inteligencia dentro de la policía nacional y unidades especializadas en la Gendarmería Real.
El gran punto de inflexión jurídico llegó tras el impacto del 16 de mayo de 2003, cuando atentados terroristas golpearon Casablanca. Marruecos adoptó entonces la Ley 03-03 contra el terrorismo, inaugurando una nueva etapa de “judicialización del trabajo de inteligencia” y vinculándolo a procedimientos legales y a la cooperación internacional. Con la Constitución de 2011, se reforzó la protección de los derechos individuales mediante disposiciones que garantizan el respeto a la vida privada y la confidencialidad de las comunicaciones, lo que permitió conciliar la eficacia de la seguridad con las garantías jurídicas.
Hoy, el panorama de seguridad marroquí está dirigido por figuras destacadas como Abdellatif Hammouchi, que combina la dirección de la policía nacional y de la DGST, lo que ha permitido una coordinación sin precedentes entre la seguridad interna y la inteligencia; y Mohammed Yassine Mansouri, al frente de la DGED, que ha consolidado la diplomacia de inteligencia de Marruecos a nivel regional e internacional.
El marco jurídico marroquí se ha ampliado con leyes avanzadas:
•03-03 contra el terrorismo.
•53-05 para el reconocimiento de las transacciones electrónicas.
•09-08 sobre la protección de datos personales.
•43-05 contra el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo.
•05-20 para la seguridad de los sistemas de información y la protección de infraestructuras críticas.
Marruecos también se ha adherido a convenios internacionales como el Convenio de Budapest sobre la ciberdelincuencia y el Convenio 108+ sobre protección de datos.
Pero los desafíos actuales son cada vez más complejos: desde el terrorismo globalizado hasta las guerras híbridas que combinan ciberataques con campañas de desinformación; desde la delincuencia financiera transnacional hasta los riesgos de la inteligencia artificial y la computación cuántica que podrían comprometer los sistemas de cifrado. Ante este panorama, los expertos en seguridad recomiendan:
•Adoptar una ley marco integral sobre inteligencia que defina claramente las competencias y la supervisión.
•Actualizar el artículo 108 del Código de Procedimiento Penal para adaptarlo a los entornos en la nube y a los datos cifrados.
•Reforzar la aplicación de la Ley 05-20 mediante planes sectoriales y ejercicios nacionales de ciberseguridad.
•Integrar el cifrado poscuántico en las infraestructuras críticas antes de que la amenaza se materialice.
•Crear una agencia nacional de inteligencia artificial aplicada a la seguridad, con garantías éticas y jurídicas.
•Publicar un informe anual público sobre la labor de inteligencia, en un marco de transparencia responsable.
De cara a 2030, Marruecos avanza con un largo legado de protección de su soberanía y seguridad. El reto que se avecina es anticiparse en lugar de limitarse a responder, y contar con la flexibilidad legislativa y tecnológica necesaria para adaptarse a amenazas en constante evolución. En una era en la que los datos se han convertido en el campo de batalla, apostar por una inteligencia ágil, legítima y con proyección global sigue siendo la clave para la seguridad nacional.