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De Tinduf a Siria y el Sahel: el recorrido de los mercenarios del Polisario al servicio de Irán y Argelia

ALDAR / Meryem Hafiani

Ya no es un secreto que el Frente Polisario, promocionado durante décadas bajo el disfraz de “movimiento de liberación”, no es más que una milicia transnacional que actúa siguiendo agendas regionales e internacionales cuyo objetivo es desestabilizar. De un proyecto propagandístico, se ha transformado en una carta de mercenarios al servicio de regímenes conocidos por su patrocinio del terrorismo. Informes de campo e investigaciones periodísticas revelan el verdadero rostro de este movimiento: un instrumento de desestabilización en manos de Argelia e Irán, utilizado cada vez que se necesita avivar conflictos.

Un informe de la organización estadounidense DAWN, elaborado por la periodista neerlandesa Rena Netjes, reveló con pruebas sobre el terreno que más de 120 miembros del Polisario fueron reclutados en 2012 dentro del ejército sirio, bajo la supervisión directa de la Guardia Revolucionaria iraní y en coordinación con los servicios de inteligencia argelinos. Imágenes difundidas por DW Árabe y documentos filtrados desde Damasco confirmaron la integración y el armamento de estos mercenarios. Asimismo, confesiones de prisioneros entre ellos demostraron su participación junto a soldados argelinos en los frentes de Alepo, combatiendo bajo las órdenes de oficiales iraníes. El Washington Post respaldó estos hechos al revelar la existencia de campamentos de entrenamiento proporcionados por Teherán para los miembros del Polisario, señalando que varios centenares de ellos permanecieron detenidos por las autoridades sirias tras el colapso del régimen en varias zonas.

Pero la peligrosidad del Polisario no se limitó a Siria. En la región del Sahel africano, donde terrorismo y contrabando se entremezclan, esta milicia desempeñó un papel central. Informes oficiales de la ONU, incluidos los del Consejo de Seguridad desde 2014, advirtieron sobre la creciente vinculación de elementos del Polisario con redes de tráfico de armas y drogas que financian a los grupos terroristas del Sahel y del Sahara. Asimismo, misiones europeas, en particular los informes de la Unión Europea sobre la seguridad en el Sahel, señalaron que algunos campamentos del Polisario en Tinduf se convirtieron en focos de reclutamiento y entrenamiento de mercenarios antes de su envío a los frentes de conflicto en Malí y Níger.

En este sentido, estudios de centros de investigación internacionales como International Crisis Group y Atlantic Council consideran que el Polisario forma ya parte del complejo desafío de seguridad en el Sahel, donde resulta difícil separar sus actividades ilícitas de las redes vinculadas a Al Qaeda y Daesh. La revista Jeune Afrique confirmó a su vez que miembros de este movimiento desempeñaron funciones logísticas en el norte de Malí, aprovechando su conocimiento de las rutas desérticas para facilitar el paso de armas y mercancías prohibidas.

Ante este panorama, se multiplican las demandas en los ámbitos diplomáticos y de seguridad internacionales para clasificar al Polisario como organización terrorista. Los datos documentados prueban su implicación en el terrorismo transfronterizo, su relación directa con los patrocinadores del terrorismo en Argelia e Irán y su responsabilidad en la desestabilización de Estados soberanos. Ignorar estas realidades ya no es una opción, especialmente ante el aumento de las amenazas que pesan sobre el norte de África y la región sahelosahariana.

El mito del “movimiento de liberación” que se promovió durante años ya no convence a nadie. El Polisario se ha convertido en un brazo terrorista mercenario que amenaza la seguridad regional e internacional, situando a la comunidad internacional ante una responsabilidad histórica: reconocer explícitamente a este movimiento como organización terrorista, o seguir mirando hacia otro lado ante un peligro que se expande y alimenta el caos allí donde se instala.

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