Rabat redefine la asociación euromediterránea y consolida el papel de Marruecos como puente estratégico entre el Norte y el Sur

Por Meryem Hafiani / ALDAR
La reunión de alto nivel celebrada en Rabat entre el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, Nasser Bourita, y la comisaria europea para el Mediterráneo, Dubravka Šuica, fue mucho más que un encuentro diplomático convencional. Abrió la puerta a una reformulación de las relaciones entre la Unión Europea y los países del sur del Mediterráneo sobre nuevas bases. Aunque la agenda oficial se centró en la migración, la energía y el desarrollo, las dimensiones políticas y estratégicas –con la cuestión del Sáhara marroquí en primer plano– estuvieron presentes de manera implícita.
Marruecos es consciente de que todo fortalecimiento de su papel regional como socio clave para Europa le proporciona una herramienta adicional en su batalla diplomática para consolidar el reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara. La Unión Europea, que afronta crecientes presiones en materia de migración, energía y seguridad, necesita más que nunca un socio estable y fiable en la ribera sur. Esta coyuntura brinda a Rabat la oportunidad de impulsar posiciones europeas más claras y alineadas con las ya expresadas por varias capitales, como Madrid, Berlín, La Haya o Nicosia, que han manifestado públicamente su apoyo a la iniciativa marroquí de autonomía como solución realista y creíble.
La presencia en Rabat de una delegación europea de alto nivel puede interpretarse, por tanto, como una señal del creciente reconocimiento dentro de la Unión de que Marruecos no es únicamente un país vecino, sino un socio estratégico esencial para la estabilidad regional. Esta percepción converge con el discurso marroquí: cualquier avance en cooperación económica o en materia de seguridad debe ir acompañado del respeto a la integridad territorial del Reino.
Asimismo, Marruecos maneja con inteligencia sus cartas económicas y energéticas. Consciente de la necesidad europea de diversificar sus fuentes de energía tras las repercusiones de la guerra en Ucrania, Rabat se encuentra en una posición negociadora sólida. Mientras la UE busca asegurar suministros sostenibles de energías limpias, Marruecos vincula esta cooperación con la exigencia de posturas claras sobre sus cuestiones vitales, en especial el Sáhara.
En este sentido, los efectos de este encuentro van más allá de lo inmediato y se inscriben en una estrategia diplomática más amplia desplegada por Marruecos en el continente europeo. El Reino acumula importantes logros al haber transformado el conflicto saharaui de un asunto regional en una prioridad dentro de sus asociaciones internacionales. Cuanto más se refuerza la posición de Marruecos como actor indispensable en el Mediterráneo, más difícil resulta para Bruselas y para otras capitales europeas mantener posturas ambiguas.
En definitiva, la reunión de Rabat no solo reforzó la asociación euromediterránea, sino que representó un paso más en la afirmación de una ecuación clara planteada por Marruecos: no hay verdadera asociación estratégica sin respeto a su soberanía y a su integridad territorial.