Carta de Trump y renovación del reconocimiento estadounidense de la marroquinidad del Sáhara: una contundente bofetada de Washington al régimen argelino

Por Meryem Hafiani – ALDAR
En medio de los intentos persistentes de los medios oficiales argelinos por tergiversar los hechos e interpretar erróneamente las iniciativas de Marruecos, la carta del expresidente estadounidense Donald Trump al rey Mohammed VI reafirma, sin ambigüedades, que la marroquinidad del Sáhara ya no es objeto de debate en la política exterior de Estados Unidos. El reconocimiento explícito de la soberanía de Marruecos sobre sus provincias del sur sigue siendo firme y duradero, independientemente de los cambios de administración en Washington o de los vaivenes de las capitales internacionales.
Mientras la propaganda argelina trataba de presentar el llamamiento del monarca marroquí a abrir una nueva página con el vecino del Este como una señal de debilidad o una consecuencia de supuestas presiones internacionales, los hechos diplomáticos y sobre el terreno indican todo lo contrario. El discurso del rey Mohammed VI, pronunciado en tono sereno y racional con motivo de la Fiesta del Trono, no fue fruto de una coyuntura puntual, sino la continuación de una estrategia marroquí coherente y sostenida, basada en superar tensiones y abordar las crisis regionales con responsabilidad y mesura.
En cambio, la carta de Trump desmontó por completo la narrativa argelina. En ella, el exmandatario estadounidense reitera el reconocimiento de Estados Unidos a la soberanía marroquí sobre el Sáhara, subrayando que el plan de autonomía propuesto por Marruecos es la única solución seria, creíble y duradera a este conflicto artificial. Esta carta constituye una bofetada diplomática directa al estamento militar argelino, que sigue sin reconocer los cambios regionales y se aferra a una lógica confrontativa obsoleta.
Lo más llamativo es que esta postura estadounidense se produjo en un contexto diplomático clave, pocos días después de una visita a Argelia de Massad Boulos, asesor y yerno de Trump. Algunos esperaban un movimiento equivalente hacia Marruecos. Sin embargo, ocurrió algo muy distinto: una reunión de alto nivel y a puerta cerrada tuvo lugar el 29 de julio en París, con la participación de responsables marroquíes, estadounidenses y franceses, donde se debatieron pasos concretos para lograr una solución definitiva al conflicto regional, en un marco que respete la soberanía marroquí y favorezca la estabilidad en la región.
El discurso del monarca se produjo inmediatamente después de esta reunión, con un tono abierto y responsable, que apelaba a una reconciliación digna y orientada hacia la cooperación. No obstante, el mensaje no incluía ninguna renuncia a los principios fundamentales de Marruecos. El rey afirmó claramente que la mano tendida hacia Argelia no es una muestra de debilidad, sino una expresión de fortaleza basada en la confianza nacional y en la legitimidad histórica y jurídica del Reino respecto al Sáhara.
Entre la sabiduría adoptada por Rabat y la vía del enfrentamiento que sigue el liderazgo argelino, la brecha no hace más que ampliarse. Gracias a su liderazgo visionario y sus sólidas alianzas estratégicas, Marruecos sigue acumulando logros y reforzando su posición internacional, mientras Argelia se aísla cada vez más debido a una obstinación política que ya no convence a nadie en los foros internacionales.
Lo que se está gestando hoy entre Rabat, Washington y París no es una simple coordinación coyuntural, sino los cimientos de un gran acuerdo regional que reconfigurará los equilibrios geopolíticos del norte de África, situando a Marruecos en el centro de la seguridad y la estabilidad regionales. Todo ello gracias a una visión real anticipatoria y eficaz, que ha demostrado su validez en tiempos de crisis y su capacidad para imponer la lógica del Estado en un entorno dominado por cálculos impulsivos y anticuados.