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¿Tras bambalinas de una guerra total que Argelia libra contra Marruecos mediante un proyecto hostil sistemático?

¿Tras bambalinas de una guerra total que Argelia libra contra Marruecos mediante un proyecto hostil sistemático?

ALDAR / Ghaïtha Hafiani

Mientras que en otras regiones del mundo se consolidan bloques regionales sobre los pilares de la cooperación y la integración, Argelia ha optado por deslizarse por un camino peligrosamente escalado contra Marruecos. Ya no se trata de simples desacuerdos políticos o tensiones coyunturales, sino de un proyecto hostil de múltiples frentes que afecta todos los niveles de la relación entre los dos países. Lo que ocurre hoy no es un simple malentendido diplomático, sino una participación abierta en una guerra fría que se transforma gradualmente en un enfrentamiento total, dirigido con determinación por Argelia a un costo político y económico creciente, como si no viera en su vecino occidental más que un enemigo que debe ser reducido o eliminado.

En el corazón de este proyecto hostil, la cuestión del Sáhara marroquí se ha convertido en el principal pretexto del que se sirve Argelia para justificar todos sus pasos escalatorios, incluso si el precio es romper relaciones con grandes potencias como España y Francia, o atacar a países africanos, árabes y occidentales por el solo hecho de haber expresado su apoyo a la propuesta de autonomía presentada por Marruecos bajo su soberanía nacional. La postura ha dejado de ser diplomática para adoptar un carácter abiertamente agresivo, alimentado por el lenguaje de comunicados oficiales y posiciones mediáticas que repiten incesantemente el mismo discurso provocador.

El giro más peligroso en este contexto ha sido la expansión hacia el ámbito digital, donde se han detectado campañas organizadas de piratería informática dirigidas contra ciudadanos marroquíes, cuyas informaciones personales han sido hackeadas y difundidas con fines de difamación y desestabilización. Esta conducta indica el uso de herramientas de guerra cibernética contra civiles, un precedente nunca registrado en las relaciones magrebíes, ni siquiera en las etapas más tensas del pasado. Es como si el régimen argelino considerara ahora a cada ciudadano marroquí como un blanco legítimo en su guerra propagandística.

Los medios oficiales argelinos, por su parte, se han transformado en una plataforma diaria para la difusión de mentiras contra Marruecos. Sus noticieros no están exentos de ataques directos y a veces de falsificaciones ridículas, como si fueran fabricadas en oscuros despachos ajenos a cualquier profesionalismo o ética periodística. Observadores marroquíes han documentado estas campañas a diario durante meses, afirmando que lo que difunden algunos canales argelinos va más allá de la competencia política y llega a constituir un discurso sistemático de odio contra un país y su pueblo.

Y como el aislamiento político no fue suficiente, Argelia recurrió a medidas económicas punitivas: cerró las fronteras, impuso visados, prohibió el intercambio comercial e incluso bloqueó la entrada de mercancías que transitan por el puerto de Tánger Med. Una conducta que no daña tanto a Marruecos como profundiza el aislamiento de Argelia respecto a su entorno magrebí natural. Incluso la cultura se ha convertido en un campo de batalla, con intentos chocantes de apropiación de símbolos de la identidad marroquí, desde el caftán y el zellige hasta platos culinarios y cantos tradicionales, algunos de los cuales ni siquiera eran conocidos en Argelia hace unos años. En varias ocasiones, la UNESCO tuvo que intervenir para restablecer la verdad y frustrar las campañas de apropiación del patrimonio marroquí.

La mayor paradoja es que la falsificación no se ha limitado al presente, sino que también ha alcanzado a la historia misma, reescribiendo capítulos del pasado en internet y plataformas enciclopédicas para atribuir a Argelia antiguos reinos y dinastías marroquíes. Esto revela hasta qué punto se ha llegado en el uso político delirante de la historia al servicio de un proyecto hostil.

La amenaza de una escalada militar también se ha vuelto más evidente, con un aumento colosal del presupuesto militar argelino, que ha superado los 25 mil millones de dólares, colocándola entre los mayores presupuestos de defensa del mundo en relación al PIB, solo por detrás de Ucrania y Corea del Norte. Esta tendencia genera serias inquietudes, especialmente ante el apoyo abierto que Argelia brinda al Frente Polisario, que ha atacado a civiles marroquíes, como ocurrió recientemente en la ciudad de Smara, en medio del silencio argelino que confirma su complicidad.

El mensaje es ya claro para todo marroquí: existe un proyecto hostil liderado por Argelia que no solo apunta a la unidad territorial del país, sino que busca desestabilizar su sistema político, distorsionar su historia y borrar su identidad. Ya no se trata de un simple conflicto fronterizo ni de una disputa política pasajera, sino de una lucha total alimentada por viejos rencores y enemistades crónicas, inflada por agendas internas que buscan un enemigo externo para encubrir sus propias crisis.

Y lo cierto es que hoy no hay enemigo más peligroso para Marruecos que un régimen argelino dirigido por la locura de Tebboune, con toda su obsesión destructiva y su voluntad de ruptura.

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