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Una respuesta clara y contundente del asesor de Trump, Massad Boulos — y más aún por estar dirigida a un medio argelino: El Sáhara es marroquí y la única base para una solución es la iniciativa marroquí de autonomía

ALDAR/ Iman Alaoui

En un nuevo desarrollo que vuelve a poner de relieve el marcado contraste entre las posturas de Estados Unidos y Argelia sobre la cuestión del Sáhara marroquí, recientes declaraciones del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, consolidaron el reconocimiento explícito de la soberanía de Marruecos sobre sus provincias del sur. Rubio afirmó que la iniciativa de autonomía propuesta por Marruecos sigue siendo el único marco serio y realista capaz de resolver el conflicto artificial de manera justa y duradera.

En una entrevista con los medios, Rubio subrayó que Estados Unidos sigue comprometido con su reconocimiento del Sáhara como parte de Marruecos, y renovó su firme apoyo a la propuesta marroquí de autonomía, calificándola de “seria, creíble y realista”, y afirmando que es “la única base” para una solución sostenible y mutuamente aceptable. Esta posición no es nueva; es una continuación de la política iniciada por el presidente Donald Trump en 2020, cuando Washington reconoció la soberanía marroquí sobre el Sáhara a cambio de la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Marruecos e Israel en el marco de los Acuerdos de Abraham.

La respuesta de Argelia no se hizo esperar. Las autoridades oficiales expresaron su pesar por la posición estadounidense, considerándola una postura parcial que complica los esfuerzos hacia una solución política. Esto ocurre mientras Argelia afirma no ser parte directamente involucrada en el conflicto, aunque respalda política y materialmente al Frente Polisario.

En medio de esta tensión diplomática, el asesor del expresidente Donald Trump, Massad Boulos, reveló detalles de las conversaciones que mantuvo recientemente en Argel con el presidente Abdelmadjid Tebboune y el ministro de Asuntos Exteriores Ahmed Attaf. En dichas conversaciones, expresó el compromiso de Estados Unidos de buscar una solución pacífica y duradera al conflicto, subrayando que Washington está dispuesto a facilitar avances en este proceso, siempre que las negociaciones se basen exclusivamente en la iniciativa marroquí.

Estas declaraciones tienen un gran peso, no solo por su momento —coincidiendo con una intensa actividad diplomática de Marruecos a nivel africano e internacional— sino también por su fuente: una figura cercana a los círculos de toma de decisiones en EE. UU. Esto les confiere una importancia política particular y demuestra que el reconocimiento del Sáhara como marroquí no fue una decisión temporal, sino una elección estratégica mantenida por diferentes administraciones estadounidenses.

Mientras Argelia sigue apostando por el respaldo de ciertos sectores dentro de las Naciones Unidas para imponer un enfoque basado en el referéndum —una vía ya superada—, la tendencia internacional se inclina hoy por soluciones realistas. A la cabeza de ellas se encuentra la autonomía amplia bajo soberanía marroquí, como una fórmula que garantiza la estabilidad y abre perspectivas de desarrollo en una región considerada por potencias como Estados Unidos y Francia como geopolíticamente estratégica.

En este contexto, surge una pregunta clave: ¿Seguirá Argelia aferrándose a sus posturas tradicionales a pesar de los cambios en los equilibrios internacionales, o finalmente se sumará a un proceso negociador serio que priorice los intereses de los pueblos de la región sobre los cálculos ideológicos?

Lo cierto es que Washington, a través de sus reiteradas posturas, ha enviado mensajes claros: “la autonomía marroquí es la única base viable”, y que el estancamiento solo favorece la lógica de la no paz y la no prosperidad en una región magrebí que necesita urgentemente integración y cooperación.

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