Marruecos entre la realidad y la propaganda: Inteligencia armonizada y un modelo de seguridad pionero que refuerza la estabilidad

ALDAR/ Iman Alaoui
Parece que nunca pasa mucho tiempo sin que ciertos medios hostiles vuelvan a difundir relatos ficticios sobre Marruecos. El más reciente es la alegación de un supuesto “conflicto interno” entre Abdellatif Hammouchi, Director General de Seguridad Nacional y de la Dirección General de Vigilancia del Territorio (DGST), y Mohamed Yassine Mansouri, Director General de Estudios y Documentación (DGED). Este intento busca presentar las instituciones del Estado como divididas en torno a la cuestión de la sucesión real. Sin embargo, estas afirmaciones se desmoronan rápidamente ante hechos documentados y datos de campo, que confirman un nivel de cohesión sin precedentes entre los órganos de seguridad marroquíes.
El aparato de inteligencia del Reino, ya sea civil o militar, interno o externo, funciona en completa complementariedad dentro de una estrategia nacional liderada por Su Majestad el Rey Mohammed VI. Las reuniones de coordinación entre la DGST y la DGED ya no son iniciativas ocasionales, sino una práctica permanente destinada a enfrentar las amenazas terroristas, el crimen organizado, la migración irregular y a proteger la ciberseguridad. Esta armonía ha convertido a Marruecos en un socio confiable para agencias de seguridad europeas y estadounidenses, especialmente en el intercambio de información sobre grupos extremistas.
Las cifras muestran la magnitud de los logros. Desde la creación de la Oficina Central de Investigaciones Judiciales (BCIJ) en 2015, se han desmantelado cerca de 91 células terroristas, la mayoría vinculadas a ISIS, y más de 1.400 sospechosos han sido llevados ante la justicia. Desde principios del 2000, se han desactivado más de 500 planes terroristas y desmantelado 215 células, según los informes del Ministerio del Interior de Marruecos. Estas operaciones han trascendido las fronteras nacionales: la inteligencia marroquí contribuyó a frustrar ataques graves en Francia, Bélgica y España, como lo reconocen informes de la Unión Europea y varias agencias de seguridad occidentales.
Marruecos también ha invertido en tecnologías digitales para rastrear la actividad terrorista en línea, logrando infiltrarse en foros cerrados y supervisar campañas de reclutamiento virtual. Unidades especializadas de la DGST y del BCIJ han logrado neutralizar operaciones de propaganda extremista y descubrir células antes de que llegaran a la fase de ejecución. Este enfoque digital ha colocado a Marruecos a la vanguardia frente a amenazas no convencionales que dependen cada vez más del ciberespacio que del terreno.
Pero la fortaleza del modelo marroquí también radica en su dimensión de derechos humanos. El Reino asegura que sus operaciones de seguridad estén siempre enmarcadas por la ley: los casos se presentan ante tribunales ordinarios y los juicios se realizan públicamente conforme a los estándares establecidos. Programas innovadores como Moussalaha (Reconciliación), implementados en las prisiones, facilitan la reinserción de personas condenadas por terrorismo, convirtiendo a Marruecos en uno de los pocos países que ha logrado combinar eficacia en seguridad con respeto a los derechos individuales. El Consejo Nacional de Derechos Humanos ejerce además un rol de supervisión que refuerza la legitimidad de este enfoque.
Este equilibrio entre seguridad y derechos ha valido a Marruecos un amplio reconocimiento internacional. La Unión Europea ha descrito a Rabat como un “socio estratégico indispensable”, mientras que el Departamento de Estado de EE. UU. considera al Reino como “un modelo en el enfoque integral de lucha contra el terrorismo”. Incluso la CIA ha elogiado la estrecha cooperación con sus homólogos marroquíes, señalando que su inteligencia ha ayudado a salvar vidas en Europa y Estados Unidos. En la ONU, Marruecos ha sido descrito como un “actor clave” en la protección de la región del Sahel frente a la expansión de organizaciones terroristas.
En definitiva, las campañas mediáticas contra Marruecos no son más que un reflejo de su éxito. Cuanto más aumentan los indicadores de estabilidad política, de seguridad y jurídica, más se intensifica la propaganda. La ecuación es clara: Marruecos es atacado porque tiene éxito donde otros fracasan. Logra proteger sus fronteras frente a amenazas terroristas, construir instituciones de seguridad cohesionadas, equilibrar seguridad y libertad, y consolidar su posición como socio confiable en el escenario internacional. En cuanto a las voces que promueven la ilusión de “conflictos internos”, permanecerán cautivas de su discurso propagandístico, mientras Marruecos continúa con firmeza su camino como nación estable y pilar de seguridad en una región turbulenta.