El ejército argelino bajo la lupa de Washington: un informe estadounidense revela la cara oscura de un régimen militar alimentado por la represión
El ejército argelino bajo la lupa de Washington: un informe estadounidense revela la cara oscura de un régimen militar alimentado por la represión

ALDAR / Iman Alaoui
La verdad sobre el régimen argelino, que gobierna el país con un puño de hierro militar desde hace décadas, ya no puede ocultarse. El informe anual del Departamento de Estado de EE. UU. sobre la situación de los derechos humanos en Argelia ofrece una imagen demoledora de la naturaleza del poder: un Estado policial dirigido por el ejército desde las sombras, que legitima la represión mediante leyes ambiguas y acalla las voces disidentes en nombre de la “seguridad” y de la “lucha contra el terrorismo”. No se trata del relato de una oposición interna ni de una organización independiente de derechos humanos, sino de un documento oficial de Washington presentado ante el Congreso, lo que constituye una verdadera bofetada política para el régimen militar argelino.
El ejército, que se presenta como el “protector del Estado”, ha demostrado una vez más que es el principal beneficiario del debilitamiento de la sociedad civil y de la marginación de los partidos. Se ha transformado en una fuerza por encima de las instituciones, que controla la justicia, impone la censura a los medios y utiliza los servicios de seguridad para silenciar cualquier voz que reclame cambios. El informe señala de manera explícita las detenciones arbitrarias, la tortura y los malos tratos, la represión de periodistas y las restricciones a las libertades religiosas y sindicales. Todo ello refleja una realidad: Argelia no se rige por una Constitución ni por instituciones civiles, sino por órdenes que emanan de los cuarteles militares.
El movimiento popular iniciado en 2019 fue un momento decisivo que puso de manifiesto el rechazo del pueblo a la continuidad del dominio militar. Millones de personas salieron a las calles con el lema “Un Estado civil, no militar”, pero la respuesta del régimen fue puramente represiva: detenciones, juicios políticos y una campaña deliberada de difamación del Hirak. Hoy, el informe estadounidense confirma que aquellas violaciones no fueron coyunturales, sino una política sistemática que sigue vigente hasta ahora.
Más grave aún es que el régimen utiliza los recursos petroleros del Estado para comprar lealtades internas y encubrir sus fracasos en el exterior. En lugar de invertir en reformas políticas y económicas que devuelvan la confianza a la sociedad, el ejército prefiere financiar redes clientelares y una propaganda que justifique su permanencia en el poder. Pero informes como este demuestran que el mundo ya no cree en el discurso oficial y que Argelia es percibida internacionalmente como una gran prisión para sus propios ciudadanos.
El mensaje del documento estadounidense es claro: el ejército argelino ya no puede ocultar su naturaleza autoritaria, y todo intento de ampararse en la “soberanía nacional” no convence a nadie. El régimen se enfrenta hoy a una doble presión: interna, que no se ha extinguido del todo, y externa, que empieza a intensificarse. La lección de la Historia es evidente: los regímenes que gobiernan con el ejército y la represión terminan cayendo, por mucho que tarden, porque los pueblos nunca son derrotados para siempre.