Marruecos y China: Una alianza estratégica emergente que supera las alianzas tradicionales y redibuja el equilibrio de poder en el Norte de África

ALDAR / Análisis
Marruecos continúa fortaleciendo su posición como potencia regional al forjar vínculos estratégicos sólidos con grandes potencias internacionales, encabezadas por la República Popular China. Esta asociación, que crece de manera constante y pausada, ha superado el marco económico y de inversión para extenderse a sectores vitales como el armamento y la tecnología, en un momento en que el régimen militar argelino pierde su equilibrio entre una dependencia estratégica obsoleta y alianzas en deterioro.
Marruecos ha demostrado su capacidad para formular una política exterior dinámica basada en la diversificación de socios en lugar de depender de una sola potencia. Esto le ha permitido situarse en una posición de negociación fuerte incluso con países poderosos como China, históricamente más cercana a Argelia. Sin embargo, gracias a su estabilidad política y su visión clara de desarrollo, Rabat ha logrado atraer inversiones chinas en diversos sectores, desde infraestructuras e industrias avanzadas hasta el sensible campo militar.
Por ejemplo, el ejército marroquí cuenta actualmente con sistemas chinos avanzados, entre ellos los lanzacohetes múltiples AR2 y PHL-03, así como sistemas de defensa aérea y vigilancia. Estos equipos reflejan la confianza creciente que Pekín deposita en Marruecos como socio fiable, capaz de aprovechar la tecnología moderna dentro de un marco estratégico equilibrado. Este cambio cualitativo redefine el poder en el Norte de África y revela cómo Marruecos ha superado las barreras diplomáticas tradicionales, frente a una Argelia cada vez más aislada bajo un liderazgo militar atrapado en cálculos arcaicos.
En el plano económico, los proyectos conjuntos entre Marruecos y China constituyen un verdadero motor de desarrollo, como el proyecto de la ciudad Mohammed VI “Tánger Tech”, que representa un modelo de cooperación Sur-Sur y la ambición de convertir a Marruecos en un centro industrial regional. La asociación también abarca las energías renovables, el transporte y las telecomunicaciones, otorgando a la economía marroquí nuevas dimensiones en términos de competitividad e integración en las cadenas globales de suministro.
Por el contrario, el régimen militar argelino persiste en una lógica de militarización y dependencia única en armamento, sin una visión económica coherente, en medio de una creciente represión interna y la ruptura de la confianza entre el Estado y la sociedad. La dependencia excesiva de Argelia del armamento ruso, en un momento en que Moscú enfrenta sanciones occidentales severas y una prolongada guerra en Ucrania, ilustra la limitación y envejecimiento de las opciones estratégicas del régimen gobernante en Argelia.
Lo que distingue hoy a Marruecos no es solo la diversidad de sus socios, sino su capacidad para transformar cada alianza en una palanca estratégica integral: económica, militar y diplomática. Rabat no acumula armas para la exhibición, sino que las integra en una visión de seguridad global, que atiende a las transformaciones regionales y a los requisitos de una defensa inteligente. Esto ha convertido al ejército marroquí en uno de los más profesionales y equilibrados de África, a diferencia de su vecino oriental, atrapado en una carrera armamentista sin perspectivas estratégicas.
La asociación marroquí-china no es una mera maniobra diplomática pasajera, sino un indicio de la apertura de Rabat al multipolarismo y de su disposición a beneficiarse de las grandes experiencias globales, siempre que estas alianzas respeten la soberanía de Marruecos y sus elecciones estratégicas.
En esta dinámica, Marruecos parece estar en una posición que le permite ampliar su margen de independencia estratégica y afirmar su papel como actor clave en las ecuaciones de África y del mundo árabe.