Marruecos y la Copa Africana: ¿Qué le falta a la selección nacional para conquistar el título continental?
Marruecos y la Copa Africana: ¿Qué le falta a la selección nacional para conquistar el título continental?

ALDAR / Análisis
A pesar del creciente potencial humano y financiero del que goza actualmente la selección marroquí, y pese al deslumbrante desempeño de los “Leones del Atlas” en el Mundial de Qatar 2022, la Copa Africana sigue siendo un trofeo esquivo para Marruecos desde su único título en 1976. ¿Qué es lo que le falta al equipo para lograr este campeonato continental? ¿Y por qué sigue siendo eliminado a pesar del cambio generacional y la rotación de entrenadores?
La respuesta no se limita únicamente al polémico arbitraje o a las condiciones climáticas adversas, sino que radica en pequeños detalles que revelan la ausencia de una “cultura de la victoria” y de la “disciplina táctica”. En el lenguaje del fútbol moderno, esto se resume en los llamados “puntos no negociables”: errores que simplemente no deben cometerse bajo ninguna circunstancia.
El análisis de los goles encajados por Marruecos en la Copa Africana durante las dos últimas décadas muestra un patrón preocupante: goles recibidos en jugadas a balón parado, saques de banda cerca del área, coberturas aéreas mal ejecutadas y una marcada falta de rigor en la vigilancia del punto de penalti.
Estos no son fallos individuales aislados, sino señales claras de la ausencia de un sistema defensivo colectivo que respete las reglas del juego en bloque dentro del área.
En contraste, los grandes entrenadores del mundo —como Pep Guardiola— se apoyan en principios defensivos inflexibles que representan auténticas líneas rojas. Uno de estos principios es la protección absoluta del área a cinco metros del arco (las seis yardas) y del punto de penalti. En estos sistemas, los defensas controlan la profundidad, los centrocampistas aseguran el frente del área, y los roles se distribuyen con precisión quirúrgica. No se trata de lujo táctico, sino de fundamentos esenciales para construir un equipo competitivo.
Más allá de la técnica, la selección marroquí lleva años sufriendo una carencia evidente de “identidad futbolística”. Entre entrenadores que apuestan por una excesiva cautela y otros que priorizan el ataque sin resguardo defensivo, el equilibrio se ha perdido. ¿El resultado? Un rendimiento inestable que colapsa en los momentos decisivos.
Una simple comparación con los equipos que han ganado el título revela que suelen contar con un sistema defensivo rígido, incluso si tienen una filosofía ofensiva. Egipto, por ejemplo, ganó tres títulos consecutivos (2006, 2008, 2010) gracias a su disciplina táctica colectiva y su control sobre las cuatro fases del juego: ataque, defensa, transiciones y jugadas a balón parado.
Volviendo a Marruecos, las etapas en las que el equipo mostró cierta estabilidad táctica —como con Henri Michel en 1998, Badou Zaki en su primera etapa en 2004, Hervé Renard en 2017, o incluso con Walid Regragui en el Mundial de Qatar— se caracterizaron por una identidad clara de juego. Sin embargo, nunca lograron convertir esa identidad en un éxito continental sostenido.
No se puede negar que el arbitraje africano ha perjudicado a Marruecos en múltiples ocasiones. Algunas decisiones arbitrales desastrosas en 2004, 2017 y 2019 siguen vivas en la memoria de los aficionados. Pero aferrarse demasiado a la “teoría de la conspiración” desvía la atención de problemas internos más profundos: falta de concentración, fragilidad en la organización defensiva, escasez de alternativas, y la ausencia de una base de datos técnica completa para analizar a los rivales.
Si Marruecos aspira a llegar lejos en la próxima Copa Africana —que se espera organizar con optimismo—, el cambio no empieza solamente con la elección del entrenador o con convocar jugadores que militan en Europa. El verdadero punto de partida está en una revisión profunda de la cultura futbolística dentro del equipo. Hay que inculcar el concepto de “puntos no negociables” en cada jugador, desde el portero hasta el delantero. Las normas del juego defensivo deben transformarse de simples instrucciones verbales en comportamientos automáticos y colectivos bajo presión.
Las soluciones no están lejos. Pero comienzan por reconocer que los partidos se ganan en los detalles antes que en los grandes espectáculos. Y si la selección continúa ignorando esos detalles, la Copa Africana seguirá siendo una meta lejana, por mucho que brillemos en los escenarios mundiales.