Quién alimenta realmente a Gaza… Marruecos sobre el terreno

ALDAR / Iman Alaoui
Los hechos demuestran que el ámbito de la ayuda humanitaria no admite ni el ruido ni el vacío. Mientras algunas voces se apresuran a acusar a ciertos países de “normalización” y adoptan un discurso de desconfianza, otros actúan en silencio para llevar alimentos, medicinas, construir hospitales y reconstruir barrios, lejos de explotar la tragedia en el mercado del discurso político.
Marruecos, al que sus detractores no dudan en clasificar entre los “normalizadores”, fue uno de los primeros en tender una mano real a Gaza. Por instrucciones directas del rey Mohamed VI, se estableció un puente aéreo humanitario desde la base aérea de Kenitra, cargado con toneladas de alimentos para niños y lactantes, así como medicamentos, material quirúrgico y de alojamiento. El primer envío alcanzó las 37 toneladas de un total programado de 180, según datos oficiales marroquíes e informes periodísticos fiables. Esta ayuda llegó sin fanfarria mediática y sin restringir las manifestaciones populares en apoyo a la causa palestina, que se desarrollaron libremente en las calles del Reino.
Por su parte, los Emiratos Árabes Unidos ofrecieron otro ejemplo de apoyo directo sobre el terreno, organizando más de 197 vuelos de lanzamiento aéreo en el marco de la iniciativa “Aves de la Bondad”, transportando unas 3.787 toneladas de ayuda —casi el 44% del total de la ayuda internacional a Gaza—. También enviaron 17 barcos de socorro desde octubre de 2023, el último de ellos, el “Jalifa 8”, con 7.166 toneladas de alimentos, medicinas y materiales de alojamiento, además de instalar un hospital de campaña en Rafah, Egipto, para atender a los heridos.
Qatar, a pesar de las disputas políticas que lo rodean, ha mantenido su compromiso de financiar la reconstrucción de barrios enteros en la Franja de Gaza y pagar regularmente los salarios de miles de funcionarios palestinos, proporcionando así una relativa estabilidad económica a las familias bajo el asedio.
En cambio, en el caso argelino, los hechos se quedan muy atrás de los discursos: no se han registrado puentes aéreos, ni envíos de aviones con ayuda, ni entrada de asistencia a través de sus fronteras, ni acogida de heridos para su tratamiento. Incluso a nivel popular, la expresión de solidaridad está sujeta a estrictas restricciones, prohibiendo manifestaciones que no se ajusten al discurso oficial, vaciando así de contenido los eslóganes.
Aquí, la comparación no necesita sesgo; las cifras por sí solas bastan para distinguir a quienes transforman la compasión en acciones concretas de aquellos que se limitan a vender ilusiones a través de micrófonos de entusiasmo.
Hoy, Gaza no necesita más discursos, sino puentes humanitarios reales que le lleven medicinas, alimentos y esperanza. Quienes permanezcan en la otra orilla de la acción humanitaria seguirán siendo prisioneros de gritos lanzados al vacío.