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Zuma lanza un duro mensaje desde Johannesburgo al régimen argelino y sus aliados en Sudáfrica: Renovamos nuestro apoyo a la marroquinidad del Sáhara y la bandera sudafricana es un símbolo del pueblo, no una herramienta en manos del poder

 

ALDAR/ Meryem Hafiani

El expresidente sudafricano Jacob Zuma respondió a las críticas recibidas por haber ondeado la bandera de su país durante su reciente visita a Marruecos, afirmando que este acto no iba dirigido contra nadie, sino que era un mensaje claro: los símbolos nacionales pertenecen a todos los ciudadanos y no son un privilegio exclusivo del gobierno ni herramientas para dirimir cuentas políticas.

Hablando desde Sandton, en las afueras de Johannesburgo, durante una rueda de prensa junto a los líderes de su partido Umkhonto We Sizwe (MK), Zuma subrayó que la bandera no es un emblema partidista ni una propiedad privada del régimen actual, sino una identidad unificadora que representa a todos los hijos de la nación, independientemente de sus afiliaciones étnicas, políticas o sociales. Con firmeza, declaró: “No se puede reducir la bandera a la mano de una sola facción política. Este símbolo refleja la historia de lucha de todo un pueblo, desde la resistencia contra el apartheid hasta la construcción de un Estado democrático.”

Desde que dejó la presidencia, Zuma ha adoptado una postura opositora a las políticas de Ramaphosa, tanto en el ámbito interno como externo, reafirmando que Sudáfrica debe seguir una política exterior equilibrada que atienda los intereses de su pueblo, lejos de alianzas ideológicas estrechas. Según observadores, su reciente postura sobre la cuestión de la bandera, coincidiendo con su presencia pública en Marruecos, envía un doble mensaje político: por un lado, afirmar su independencia respecto a la línea gubernamental; por otro, sugerir la necesidad de revisar las posturas oficiales cuando los símbolos nacionales son instrumentalizados para servir agendas extranjeras.

Cabe destacar que las declaraciones de Zuma encontraron un amplio eco en los medios locales, donde muchos lo ven como un defensor de la unidad nacional. Este incidente vuelve a plantear una cuestión fundamental en Sudáfrica: ¿tienen los gobiernos derecho a monopolizar los símbolos nacionales, o estos son un patrimonio moral que pertenece únicamente al pueblo?

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