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Japón asesta un duro golpe al Polisario y confirma su aislamiento internacional

Japón asesta un duro golpe al Polisario y confirma su aislamiento internacional

 

 

ALDAR/ Iman Alaoui

La Conferencia Internacional de Tokio sobre el Desarrollo en África (TICAD-9) se convirtió en una prueba reveladora de la posición cada vez más frágil que ocupa el Frente Polisario en el escenario internacional, al quedar totalmente excluido de las consideraciones políticas y diplomáticas en uno de los foros más importantes del mundo. Desde el inicio, las autoridades japonesas dejaron claro que no reconocen a la llamada “República Saharaui”, negando a la delegación separatista cualquier estatus oficial o legitimidad que le permitiera participar en los trabajos de la conferencia. Los representantes del Polisario no recibieron ni invitaciones oficiales ni acreditaciones, y fueron tratados como intrusos que lograron infiltrarse gracias al apoyo directo de Argelia. Esto provocó una escena caótica durante una de las sesiones, cuando intentaron ocupar asientos con acreditaciones falsas y mostrar pancartas en nombre de una entidad no reconocida.

La postura japonesa fue expresada de manera tajante por el ministro de Asuntos Exteriores, Takeshi Iwaya, quien recordó ante los participantes que su país no reconoce a ninguna entidad carente de legitimidad internacional, en clara referencia al Polisario. Esta posición se reforzó con estrictas medidas de seguridad que limitaron sus movimientos y les impidieron realizar actividades paralelas o encuentros bilaterales. Su presencia en Tokio se redujo así a una situación embarazosa confinada a los vestíbulos de hoteles, lejos de las verdaderas salas de decisión.

Lo ocurrido en Japón no fue un simple incidente protocolario, sino el reflejo de un giro estratégico en la manera en que las grandes potencias abordan ahora este expediente. La mayoría de los Estados influyentes rechazan permitir que el Polisario utilice foros de desarrollo con fines políticos. El episodio puso también de relieve la magnitud del aislamiento que persigue al movimiento incluso en Asia, y demostró que el apoyo argelino ya no basta para modificar las posiciones internacionales, cada vez más inclinadas hacia la propuesta marroquí de autonomía, considerada la solución más realista y eficaz.

Con esta postura firme, Tokio envió un mensaje inequívoco: la era de las maniobras propagandísticas ha terminado, y el desarrollo africano no puede ser rehén de entidades ficticias carentes de reconocimiento internacional. La delegación del Polisario abandonó Japón antes de lo previsto, cargando con un nuevo revés que confirma su camino hacia un aislamiento aún más profundo, mientras Marruecos sigue consolidando su papel como socio creíble, reconocido y apoyado en la escena mundial.

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