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Acuerdo histórico entre Reino Unido y España sobre Gibraltar vuelve a poner sobre la mesa el expediente de Ceuta y Melilla

ALDAR / Análisis

En un giro histórico sin precedentes en más de tres siglos, el Reino Unido y España, con el respaldo directo de la Unión Europea, anunciaron haber alcanzado un nuevo acuerdo sobre el futuro de Gibraltar. Dicho acuerdo establece una soberanía compartida de facto sobre este territorio disputado desde 1713, año en que se firmó el Tratado de Utrecht mediante el cual Madrid cedió el Peñón a Londres.

Según el acuerdo, se eliminarán todas las barreras fronterizas y los puntos de control entre España y Gibraltar, lo que supone la apertura total de la frontera al movimiento de personas y mercancías. Además, la península rocosa se integrará efectivamente en el espacio Schengen europeo bajo la supervisión de la agencia Frontex, manteniéndose una presencia británica simbólica y administrativa en la gestión de los asuntos internos.

La decisión, ampliamente cubierta por medios de comunicación tanto británicos como españoles —como la BBC, El País o el Gibraltar Chronicle— representa una victoria diplomática conjunta en el contexto del post-Brexit, y busca resolver una situación compleja que ha sido durante mucho tiempo un punto de tensión entre Madrid y Londres.

Sin embargo, el acuerdo no está exento de repercusiones geopolíticas que van más allá de sus fronteras inmediatas, ya que ha reavivado con fuerza el expediente de las dos ciudades marroquíes ocupadas, Ceuta y Melilla, así como de los islotes que las rodean. Estos territorios siguen bajo soberanía española desde la época colonial, a pesar de las reiteradas demandas de Marruecos para su recuperación.

Aunque Rabat ha mantenido hasta el momento un silencio oficial, varios analistas consideran que este desarrollo constituye una antesala natural para abrir el debate sobre la soberanía en el norte de Marruecos. Esto se basa en que el acuerdo entre el Reino Unido y España sobre Gibraltar no habría sido posible sin un entendimiento político previo sobre la necesidad de resolver los conflictos territoriales pendientes, a la luz de los principios de soberanía compartida, realidad geográfica e intereses económicos.

Algunos observadores sostienen que Marruecos podría aprovechar esta nueva orientación europea para exigir un “enfoque similar” respecto a Ceuta y Melilla, sobre todo teniendo en cuenta que ambas ciudades no constituyen una frontera natural de España, sino que representan una prolongación geográfica dentro del territorio marroquí, a diferencia de Gibraltar, que separa efectivamente los continentes de Europa y África.

A pesar de los elogios que ha recibido el acuerdo desde diversas capitales europeas, las críticas en materia de derechos humanos y política no han tardado en surgir, especialmente desde sectores marroquíes y africanos, que consideran que el doble rasero sigue marcando la actuación de la Unión Europea en cuestiones de soberanía territorial. Mientras apoya firmemente el derecho de Ucrania a recuperar sus territorios, no muestra el mismo entusiasmo ante las demandas históricas de Marruecos.

En este contexto, analistas de medios como The Guardian y El Mundo se preguntan hasta qué punto está dispuesta Madrid a discutir expedientes “más sensibles”, como el relativo a su presencia militar y civil en Ceuta y Melilla, a la luz de la rápida evolución de las relaciones euro-magrebríes.

La próxima etapa será decisiva para definir la posición política de Marruecos respecto a este acuerdo, especialmente teniendo en cuenta que Rabat ha acumulado en los últimos años un sólido capital diplomático en la escena internacional, apoyado por posturas africanas y árabes favorables a la integridad territorial marroquí, incluido el respaldo de varios países a la marroquinidad del Sáhara.

En este contexto, un silencio prolongado por parte de Marruecos podría interpretarse como una aceptación del statu quo, lo cual no estaría en sintonía con la nueva orientación del Reino hacia una postura de igualdad en las relaciones internacionales y de defensa firme de sus intereses estratégicos.

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