El Polisario, Irán y Argelia: el nuevo triángulo de inestabilidad que amenaza al Sáhara y a la seguridad europea
El Polisario, Irán y Argelia: el nuevo triángulo de inestabilidad que amenaza al Sáhara y a la seguridad europea

ALDAR / Según la revista italiana Panorama
En medio de la guerra entre Israel y Hamás, Teherán había lanzado una amenaza que en su momento parecía más propia de la ficción: el cierre del estrecho de Gibraltar. Aquella declaración fue interpretada entonces como simple propaganda, ya que Irán no contaba con ninguna presencia militar significativa en la zona. Sin embargo, hoy esa advertencia adquiere una dimensión mucho más real.
La Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD) recordó en un informe reciente lo revelado por The Washington Post: combatientes del Frente Polisario recibieron entrenamiento en Siria por parte de la milicia de Hezbolá, con el objetivo de apoyar al régimen de Bashar al-Asad. Esta relación entre el Polisario y Hezbolá no es nueva. En 2018, Rabat rompió sus relaciones diplomáticas con Teherán, acusándolo de enviar misiles al movimiento separatista a través de su embajada en Argel, con la mediación directa de la milicia libanesa. En 2022, fuentes diplomáticas marroquíes en la ONU informaron sobre la entrega de drones iraníes al Polisario. Según la FDD, el arsenal de esta milicia ya no se limita a armas convencionales, sino que incluye tecnologías avanzadas como sistemas de simulación de ataques con drones.
En este escenario, Argelia se erige como actor clave. Desde hace décadas, Argel ofrece al Polisario un apoyo integral: financiero, logístico y político. En los campamentos de Tinduf, cerca de la frontera marroquí, la dirección separatista goza de un refugio seguro y de plena protección. Pero la existencia de estos campamentos no tiene solo un valor simbólico. Rabat asegura que los misiles que en noviembre de 2024 atacaron un festival conmemorativo de la Marcha Verde, cerca de la frontera, fueron lanzados desde esa zona. Las autoridades marroquíes calificaron el ataque de “provocación directa”, aún más grave por provenir de territorio argelino.
La postura de Argelia va más allá del simple apoyo a un movimiento separatista: refleja su empeño en avivar la rivalidad histórica con Marruecos, al tiempo que brinda a Irán y a Hezbolá una puerta de entrada al norte de África. Esta convergencia multiplica los riesgos de desestabilización, especialmente en una región ya golpeada por los grupos yihadistas del Sahel. El caso de Adnan Abu Walid al-Sahraoui –ex miembro del Polisario convertido en líder de Daesh en la región, abatido en 2021 por las fuerzas francesas en Malí– ejemplifica cómo los campamentos de Tinduf pueden transformarse en un vivero humano para las organizaciones extremistas.
Más allá de las dimensiones militares y geopolíticas, existe una tragedia humanitaria silenciosa. Decenas de miles de refugiados saharauis sobreviven desde hace décadas en los campamentos de Tinduf en condiciones precarias, con acceso limitado al agua, la salud y la educación. Varias organizaciones humanitarias han denunciado reiteradamente la opacidad en la gestión de la ayuda internacional, parte de la cual sería desviada hacia la maquinaria militar del Polisario. En consecuencia, la población civil sigue siendo rehén de una crisis crónica, mientras que los separatistas y sus patrocinadores regionales utilizan la cuestión del Sáhara como moneda de cambio política y estratégica.
Según la FDD, esta combinación –apoyo iraní, patrocinio argelino y presencia yihadista– constituye una amenaza directa para los intereses occidentales. De ahí la llamada a Washington para acelerar la apertura del consulado prometido en Dajla, como señal concreta de respaldo a la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Estados Unidos ya había reconocido oficialmente esta soberanía en 2020, bajo la presidencia de Trump. Paralelamente, la fundación recomienda incluir al Polisario en la lista de organizaciones terroristas extranjeras, en vista de sus actividades armadas y sus vínculos con redes extremistas.
La cuestión del Polisario ya no es solo un conflicto territorial. Se ha transformado en un multiplicador de inestabilidad, alimentado por el respaldo político y militar de Argelia y por el arsenal y las redes de Irán. Para Marruecos, aliado estratégico de Washington, esta situación representa una amenaza permanente, mientras que para toda la región constituye un factor creciente de fragilidad.
Lo que emerge es un triángulo de fuerzas e intereses: Argelia como patrocinador político y militar, Irán como proveedor de armas y recursos, y Hezbolá como centro de entrenamiento. Una configuración que no solo complica cualquier intento de solución política, sino que convierte al Sáhara Occidental en un foco de tensiones regionales con repercusiones que se extienden al Mediterráneo, África Occidental y la seguridad europea.